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miércoles, 17 de junio de 2015

En defensa de la razón.



En primer lugar quiero pedir disculpas por tener el blog un poco abandonado. No siempre es fácil encontrar ni el tiempo ni la inspiración para escribir. En cualquier caso lo cierto y verdad es que hay una cuestión que me lleva un tiempo rondando la mente, algo así como un cosquilleo que uno no puede quitarse y que de vez en cuando me asalta cual pepito grillo, así que he decidido escribir sobre él a ver si me lo quito de encima.

Y es que desde hace bastante tiempo vengo observando con preocupación que en nuestra sociedad cada vez sobrevaloramos mas los sentimientos frente a la razón.

Desde luego si hay unos expertos en manipularnos esos son los políticos, y evidentemente en campaña electoral es cuando sacan sus armas para conseguir votos. Lamentablemente nuestros politicos han pasado de exponer sus ideas y que es lo que piensan hacer si salen elegidos (¿Quién cree ya las promesas electorales?) a recurrir a las pasiones de la gente, en muchas ocasiones para enfrentar unos a otros.

Y ademas lamentablemente no son los únicos que han decidido seguir esta tendencia: basta con pensar en la publicidad, donde en vez de plantearnos una exposición objetiva de las ventajas de un producto, nos venden que con una nueva crema nos vamos a sentir maravillosos, que con un nuevo coche vamos a poder disfrutar de la libertad (como si uno pudiese estar todos los días de vacaciones), o tratan de apuntarnos a una línea de crédito mostrándonos la felicidad enlatada del actor que dice que  la ha comprado.


Hay una frase que citan todos los expertos en comunicación: “puedes olvidar lo que dijeron, puedes olvidar lo que hicieron, pero no olvidaras lo que te hicieron sentir”.


Y si, está muy bien, pero  se les olvida la segunda parte: Que los actos y las decisiones tienen consecuencias. Que está muy bien sentirse feliz al tener un nuevo BMW, pero que hay que pagarlo todos los meses. Y que se queda uno muy a gusto votando al de Podemos para quitar al corrupto del PP (o al del PP para echar a esos “rojos”),  pero que luego ese señor va a ser el que te gobierne durante cuatro años.


Por eso  frente a este abuso de “sensibilitis” que nos ha tocado vivir quiero reivindicar el uso de la razón a la hora de tomar decisiones.

Porque la razón no engaña si se conocen mínimamente sus reglas. Si se hacen los números por encima podemos saber si tenemos capacidad para pagar un coche nuevo o no. Si hacemos las cuentas por encima podemos saber que político es medio serio, y cual nos miente descaradamente. Si  investigan con calma la causa de un problema es mas facil ponerle solucion que si se toman medidas rapidas y espectaculares pero sin fundamento ninguno. En definitiva si usamos la razón, tendremos menos probabilidades de ser engañados y manipulados por aquellos que desean controlarnos y dirigirnos.


Los sentimientos en sí mismos no son, evidentemente, negativos. El  arte, la cultura, la alegría o el amor nos definen como seres humanos, pero no dejemos que los usen para dirigir quiénes somos y que queremos hacer.


Porque entonces ya no seremos seres humanos, sino borregos.